Alejo Godofredo Manso Ortega
Muñoz, de nombre artístico, Ortega Muñoz (San Vicente de Alcántara, 17 de
febrero de 1899 - Madrid, 1982) fue un pintor español de paisajes.
Huérfano de madre desde los
seis años y bachiller en Salamanca, abandonó pronto la recomendación paterna de
seguir una carrera universitaria y en 1919 se trasladó a Madrid impulsado por
una vocación artística que le había llevado a iniciarse en la pintura de forma
autodidacta.
Rechazando los estudios
académicos, continúa su aprendizaje haciendo copias en el antiguo Museo de Arte
Moderno y en el Museo del Prado, y se inicia en la pintura al aire libre en el
entorno de la Dehesa de la Villa, acompañado entre otros jóvenes artistas por
el pintor filipino Fernando Amorsolo.
Después de permanecer algún
tiempo en la capital madrileña decide trasladarse a París, donde llega a
finales de 1920. En la capital francesa conoce al joven periodista y poeta
aragonés Gil Bel con el que traba una estrecha amistad y con el que
ocasionalmente participará en alguna de las iniciativas fundacionales de la
Escuela de Vallecas.
Ortega Muñoz había llegado a
la capital francesa interesado en la pintura moderna (en la obra de los grandes
maestros postimpresionistas), pero a causa de la crisis tanto ideológica como
formal que vive la vanguardia en el París de la post-guerra, pronto decide
viajar a Italia, para reencontrar en los maestros del pasado (y más
concretamente en los primitivos cuatrocentistas), unos valores más auténticos
de espiritualidad, sencillez y pureza. En 1921 llega a Turín y durante algunos
años recorre los más diversos lugares de la península italiana, Milán,
Florencia, Nápoles, Roma, Génova, estableciéndose por algún tiempo en las
proximidades del lago de Como y del lago Maggiore, desde donde viaja en los
meses estivales a la Costa Azul. Fue por entonces cuando debió de conocer al
pintor inglés Edgar Rowley Smart, a quién retrató, como testimonio de su
amistad y su común amor por la naturaleza.
Hacia finales de 1926,
después de viajar a Ginebra y Lyon, el pintor extremeño regresa a España, lo
que resulta de gran importancia en el conjunto de su peripecia, porque es
entonces cuando, por mediación de Gil Bel, conoce a Alberto Sánchez y a
Benjamín Palencia. En marzo de 1927, realiza una primera exposición de su obra
en el Círculo Mercantil de Zaragoza, tras la cual vuelve a marcharse de España,
esta vez con destino a Suiza y Centroeuropa. 1927 y 1928 son años de
peregrinaje. Comienza en Zúrich y continúa por Bruselas, Bremen, Hamburgo,
Hannover, Frankfurt y Berlín.
Lo más interesante de 1928
es su visita a Worpswede. Le interesa la obra de la colonia de artistas que
años atrás se había establecido en aquella localidad. Su dedicación a los
paisajes bucólicos y las estampas campesinas así como el ambiente creado en
torno a la pintura del expresionismo le influyeron notablemente.
Después y a lo largo de un
periplo incansable, regresará de nuevo a París (en donde coincide, entre otros
amigos, con el surrealista González Bernal), para seguir viaje a los Países
Bajos, Italia otra vez, Viena, Budapest y las regiones balcánicas. La vida
errante de esos años le lleva fuera de los recorridos que eran habituales para
los artistas españoles de su tiempo.
En 1933, Ortega llega a El
Cairo, no sin haber pasado primero por Grecia y Constantinopla. Expone dos años
consecutivos en Alejandría, que era por entonces una de las ciudades más
cosmopolitas y occidentalizadas del Cercano Oriente, y en marzo de 1935 decide
por fin regresar a España para dar a conocer su obra en la importante
exposición que le organiza en Madrid el Círculo de Bellas Artes. La muestra se
inauguró el 13 de abril en un clima de inestabilidad política que ya hacía
presagiar el desencadenamiento de la guerra civil, pero la crítica aún tuvo
tiempo para destacar su trabajo y situarlo en una posición equidistante entre
el oficialismo y la vanguardia, en virtud de la cual fue seleccionado aquel
mismo año (junto a otros artistas como José Caballero, Maruja Mallo, Gregorio
Prieto o Moreno Villa), para formar parte de la representación española en la
Bienal de Venecia.
Antes de que estallara la
guerra, Ortega Muñoz salió del país con destino a Francia y Suiza, en donde se
instaló por algún tiempo y contrajo matrimonio con Leonor Jorge Ávila (su
inseparable compañera), sin renunciar por eso a los viajes que eran en él
habituales y que durante esos años se orientaron a los países nórdicos,
Dinamarca, Noruega, Suecia y Finlandia. En octubre de 1937 expuso en Oslo, en
la galería Blomqvist, un espacio de prestigio en el que había expuesto Eduard
Munch en 1919 y en el que posteriormente se habían organizado exposiciones como
la del expresionista Aksel Waldemar Johanessen, Anna- Eva Bergman, o Kurt
Schwitters.
A su regreso, en los años de
la inmediata posguerra Ortega Muñoz se instala en San Vicente de Alcántara y es
entonces, cuando se reencuentra con la silenciosa y solitaria extensión de su
paisaje más cercano y con la realidad de ese mundo que siente como
auténticamente propio, cuando da inicio a su obra más personal e inconfundible.
En 1940 expone de nuevo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid y da comienzo a
una carrera profesional que le deparará numerosos triunfos. En 1953 participó
en la última Exposición Antológica celebrada por la Academia Breve de Crítica
de Arte que dirigía Eugenio D´Ors y en 1954 consiguió el Gran Premio de la II
Bienal Hispanoamericana de La Habana. Su acercamiento al mundo rural expuesto
con la sencillez con la que aparece en su pintura, se ofrecía como una síntesis
de referencias autóctonas y modernas, en las que se amalgamaban el primitivismo
con el gesto expresionista y la pintura metafísica con el Novecento.
Fuentes:
Nota: La propiedad
intelectual de las imágenes que aparecen en este blog corresponde a sus autores
y a quienes éstos las hayan cedido. El único objetivo de este sitio es divulgar
el conocimiento de estos pintores, a los que admiro, y que otras personas
disfruten contemplando sus obras.
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